Ha costado algún debate de fondo el título de “drogas emergentes” frente al más generalizado uso de las denominaciones de “drogas de síntesis”, “drogas de diseño” o “drogas recreativas(1)”. Se ha optado por el término “emergente” porque, en cierto modo, engloba a los otros tres cuando caliýca al sustantivo drogas” y no prejuzga el “cuándo” han sido emergentes ni su condición de natural, de elaborada en laboratorio a partir de un principio presente en la naturaleza, o totalmente sintética.
La metanfetamina, por ejemplo, ha sido “nueva” en Europa más de tres veces en los últimos diez años.
Emergente, por tanto, no siempre signiýca “nuevo”. A veces es, simplemente, un re-descubrimiento de lo ya conocido y no siempre es una síntesis buscada voluntariamente.
Emergentes resultan, a veces, también por aparecer, sorprendentemente, fuera de su contexto permanente y tradicional de producción y consumo, sin ser novedad alguna. Es el caso de muchos derivados de plantas sagradas como los hongos psylocibe, el teonanacatl de varias culturas mesoamericanas precolombinas, la ayahuasca de los chamanes de la cuenca del Amazonas, el peyote o peyotl de los huicholes...
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