Autor: Alfonso Andrade
Fecha: 19 agosto 2009
La Universidad de Santiago alerta sobre anomalías neurofuncionales que afectarían a la atención y la memoria.
Los jóvenes que practican botellón «presentan anomalías neurofuncionales a nivel electrofisiológico». Esto es, un patrón de activación cerebral distinto al normal y que sugiere la necesidad de un proceso más complejo para conseguir niveles óptimos de memoria y capacidad de atención.
El estudio que sustenta estas conclusiones ha sido realizado por el departamento de Psicología Clínica y Psicobiología de la Universidade de Santiago (USC), está dirigido por Fernando Cadaveira Mahía y financiado por el Plan Nacional sobre Drogas y la Consellería de Innovación e Industria. La primera parte del trabajo, que analiza las consecuencias del consumo intensivo de alcohol (grandes cantidades en un corto espacio de tiempo), acaba de ser publicada en Estados Unidos por la revista Alcoholism: Clinical & Experimental Research, una de las más prestigiosas del sector.
El estudio, que se inició en el 2005, se basa en una muestra de 3.000 estudiantes de primero de carrera y de los campus de Santiago y Lugo. Después se hicieron pruebas de atención y memoria a un grupo seleccionado de 42 bebedores intensivos y 53 bebedores moderados. Mientras respondían, se les registraba el electroencefalograma con un gorro de 32 electrodos. Este método analiza el funcionamiento eléctrico general del cerebro (las neuronas se conectan entre sí por impulsos nerviosos).
Curiosamente, los resultados mostraron que los consumidores intensivos, a pesar de no tener diferencias comportamentales (es decir, tuvieron más o menos el mismo número de aciertos y errores y tiempo de reacción), «presentaban anomalías neurofuncionales a nivel electrofisiológico durante la realización de la tarea». Es decir, que los estudiantes que practican el botellón necesitaron usar mayor número de recursos de atención para realizar bien esas pruebas, lo que podría reflejar ya, según el estudio, «un daño latente en atención y memoria» que se manifestaría al seguir con ese consumo.
Con todo, los responsables piden cautela con los resultados, pues recuerdan que se trata solo de la primera fase y que «habrá que esperar a las evaluaciones de seguimiento para conocer de forma más precisa las consecuencias de este patrón». Se decidió encuestar y evaluar a alumnos de primer curso porque el informe prevé evaluaciones de seguimiento cada dos años para conocer la evolución del patrón de consumo y sus consecuencias a medio plazo.
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